WACKEN 2025. Crónica Miércoles
WACKEN 2025. Miércoles 30 de julio de 2025
Texto: Alejandro Ordoñez
Fotos: Iñigo Malvido
Llevaba una década sin pisar Wacken. Desde entonces, el W:O:A ha cambiado la piel como una bestia en crecimiento: se ha convertido en un monstruo descomunal, pero hay algo que nunca se ha ido… el maldito barro.
Sí, ha habido ediciones soleadas, con días que parecían sacados de un videoclip de highlights de YouTube: riffs bajo el sol, birras frías y peña flipando por pisar la holy ground. Pero la realidad, colega, es que en estas dos décadas ha caído más agua que rayos de sol. Más rain que shine, así de simple.
Ha habido años con barro, perro aún así, todo era más llevadero. El terreno era más compacto y moverse no era un infierno. El barro no se fue en ningún momento. Cayó agua como si Thor. Para que te hagas una idea: con la cuarta parte de esa lluvia, en España se habría cancelado cualquier macrofestival de los que tanto se farda. Pero en Wacken no. Aquí la fiesta no se detiene jamás.
Pero venga, basta de charcos: vamos con las bandas, que es lo que estáis esperando —aunque aviso, el tema del barro volverá a salir, fijo.
Dogma
Mi jornada arrancó al mediodía frente al Louder Stage. Con las piernas todavía frescas, ir hasta el fondo del festival no era ningún problema. Allí estaban las chicas de Dogma, listas para la descarga.
De primeras, lo que atrapa es la puesta en escena: cinco monjas sexys sobre las tablas. Eso no pasa desapercibido ni aunque te hagas el duro. Luego viene la música… y si te mola el metal melódico, te acaba enganchando quieras o no.
Abrieron con Forbidden Zone, pero el sonido fue un desastre: fatal, con el foso atestado de fotógrafos empujándose por pillar el mejor plano para esas fotos que dan clics fáciles en las webs. El himno que abre su único disco no despegó como debía. No fue hasta Carnal Liberation cuando aquello empezó a sonar como Dios manda. El público, mientras tanto, seguía medio zombi. Era pronto, la peña aún no había soltado del todo los 5,80 pavos del cañero en sangre.
Y entonces llegó la chispa: Like a Prayer, el clásico de Madonna, en versión metalizada. La canción, censurada en su día, cobra otra vida con Dogma. Es suya, la tienen rodada, con videoclip incluido, y en directo funciona de lujo. El ambiente cambió de golpe: el público se despertó, la banda sudamericana se hizo fuerte y nos metió en el bolsillo.
Más tarde cayó un medley de versiones, con tributo a Ozzy incluido, que terminó de levantar al personal. Cerraron con The Dark Messiah entre aplausos y cuernos en alto.
Enemy Inside
A Enemy Inside, que se vienen ahora de gira por aquí, los había visto hace seis años en un festi en Oviedo y me parecieron una broma de mal gusto: sin bajista, sonando a banda del montón, de esas que abundan en la escena estatal. Pero en Wacken… la cosa fue distinta.
Esta vez el show estaba bien armado. Aunque cada día me chirría más ver conciertos plagados de samplers, lo cierto es que, pese a los coros enlatados y las orquestaciones artificiales, tuve la sensación de estar en un concierto de verdad.
Quizá fue la variedad de sonidos y ritmos, quizá la energía que transmitían desde el arranque con Venom, pero el caso es que me sorprendieron para bien. Al frente, Nastassja Giulia: una bestia. Voz limpia, gutural, rapeada… lo que le pongas, lo saca adelante sin despeinarse, y encima con una presencia escénica brutal. Porque sí, tan importante como sonar bien es saber salir a un escenario y comérselo.
Musicalmente no están tan lejos de nuestros Ankor, que en Alemania gustan bastante. Temas como Sayonara funcionan a la perfección, y ver a Evan K (Mystic Prophecy) en este contexto más moderno también tuvo su punto. Cerraron con Phoenix, dejándome con mejor sabor de boca del esperado. Para entonces, la lluvia empezaba a dar por saco de verdad.
Lita Ford
El cielo se abrió a lo bestia: lluvia torrencial, de esa que convierte el festi en un lodazal en minutos. Tocó enfundarse chubasquero y poncho.
Lita salió toda vestida de rojo, mostrando en su cara los años vividos. Pero, ojo: a diferencia de tantas de su quinta, no se esconde tras bisturís ni cirugías. Ella se planta tal cual, sin miedo, y eso también es actitud rockera. Musicalmente sigue brillando alto, apoyada por una pedazo de banda en la que destaca Patrick Kennison, un guitarrista que lo hace todo: se curra buena parte de los solos, se mete en los coros y hasta se marcó un papelón como Ozzy en Close My Eyes Forever, imitando la voz del Madman con bastante acierto. Un escudero de lujo para la ex-Runaways.
En el setlist, además de temas propios, no faltó un arsenal de versiones. Cuando sonó Cherry Bomb de sus The Runaways, se me escapó una sonrisa de oreja a oreja. Luego cayeron Black Leather de Sex Pistols, Only Women Bleed de Alice Cooper y algunas más. El final, como no podía ser de otra manera, llegó con Kiss Me Deadly. Y sí: fue inolvidable.
Wind Rose
Los italianos dieron la dosis de power que prometían. Visualmente imponentes, con un sonido tan perfecto que resultaba sospechosamente demasiado perfecto. Muy buenos, sí, pero con ese regusto a “demasiado artificial” que deja la duda flotando en el aire.
Radity
Hacía muchos años que España no ponía una banda de thrash en Wacken. La última habían sido los mallorquines Trallery, aunque su sonido es tan variado que cuesta encasillarlos en la etiqueta. Si hablamos de thrash puro y duro, había que retroceder hasta 2009, cuando Crisix ganó el concurso.
Radity, desde Igualada, llegan con esas influencias evidentes: Crisix, claro, y también Angelus Apatrida, que son referente para cualquiera que se suba al carro hoy en día. Y eso mola: ver cómo bandas relativamente jóvenes pero ya consagradas empujan a que surjan nuevas propuestas.
Es verdad que en el thrash está casi todo inventado, y Radity no han descubierto la pólvora. Pero a cambio tienen algo igual de importante: esa arrogancia juvenil, esa furia y esa rabia que incendian un escenario. Y eso, en Wacken, se agradece.
El hándicap: solo cuatro temas para jugártelo todo. Y claro, con esa presión encima, salieron más a demostrar que a disfrutar. Los que ya los habían visto antes me dijeron que habían tenido tardes mejores, y seguramente el jurado —gente que sabe bien de qué va esto— lo notó.
Fueron veinte minutos de descarga pura, arrancando con World of Violence de su EP Fire at Will.
No sacaron premio.
Tracklist:
- World of Violence
- Just Kill
- Bringers Of Madness
- Bullet King
Torture Squad
Mucho ha llovido desde que los brasileños ganaran la Metal Battle de 2007. En Wacken ha llovido todavía más. Durante su actuación nos cayó encima una tormenta de esas que te hacen replantearte la vida. El Wasteland ya era un lodazal brutal cuando llegamos, y al terminar el show se había convertido en un infierno impracticable.
El Wasteland es el escenario más apartado del festival, casi fuera del recinto oficial. Se entra directo desde el camping, sin control alguno. Su estética apocalíptica, con lluvia y barro, parecía sacada de Mad Max. Allí, apenas un par de centenares de locos aguantamos el diluvio para ver a una banda que ya tiene un capítulo de oro en la historia del festival: primeros ganadores internacionales de la Metal Battle (cuando solo participaban alemanes) y primera formación brasileña en actuar cuatro veces en Wacken. Palabras mayores.
Con René Simionato desatado a la guitarra y luciendo camiseta de Nervosa, nos hicieron olvidar por momentos el agua hasta el cuello. Y para rematar, la mismísima Prika Amaral se unió en Horror and Torture. Hubo recuerdo para Ozzy y un Hell is Coming que, con semejante tormenta, se transformó en un Hell is Here.
Apocalyptica
El trío de violonchelos no dio tregua, y ya en la recta final se marcaron un lujo de colaboración: Tina Guo apareció con su violonchelo eléctrico para una nueva versión de Seek and Destroy. Ese choque entre lo eléctrico de Guo y la pureza del clásico violonchelo fue una maravilla. Un broche final memorable.
Tarja
Tarja & Marko Hietala (que en enero estarán de gira por España) salieron al Louder a las 18:45. De Marko vimos poco: hasta pasada la mitad del concierto no se dejó ver, lo cual fastidió bastante a los fotógrafos, pero así son las cosas.
Tarja, por su parte, demuestra que no necesita forzar el protagonismo: inevitablemente todas las miradas van hacia ella, pero siempre busca repartir foco con sus músicos, dándoles espacio y aire. El setlist tiró sobre todo de su carrera en solitario, con alguna mirada al pasado únicamente cuando apareció Hietala. Elegante y sólida, como siempre.
Beyond the Black
Arrancaron con In the Shadows y continuaron con When Angels Fall, un golpe maestro. Hubo momentos especiales: la primera interpretación en vivo de Break the Silence y la aparición de la chelista Tina Guo en Free Me. Y no sería la última vez que la veríamos brillar en el festival.
El cierre fue perfecto: Running to the Edge y Hallelujah, regresando a los orígenes de aquel maravilloso Songs of Love and Death. Redondos.
Publicar comentario