WACKEN 2025. Crónica Sábado
WACKEN 2025. Sábado 2 de agosto
Texto: Alejandro Ordónez
Fotos: Iñigo Malvido
Última jornada y venga llover. Salimos sin plan fijo, improvisando sobre la marcha según el agua, el barro y lo que aguantaran los pies después de tres días metidos en katiuskas. Las plantas ya gritaban socorro.
Vulvarine. Me hicieron madrugar y plantarme en el Bullhead, que era un lodazal digno de Vietnam. Demasiado pronto para nadar en barro. Arrancaron con “The Drugs, the Love and the Pain” y ya me tenían. Eso tiene el buen hard rock: engancha al instante aunque no te sepas ni un tema. “Good Time” siguió la fiesta, aunque con cuatro gatos de público. Muy temprano, demasiado barro y, cómo no, volvió a llover. Su “Cheri Cheri Lady” versión cañera fue lo más coreado. Cerraron con “Rock Bottom. Me molaron.
Majestica. Cambio de escenario, al Wet, para ver a los suecos. Arrancaron con “Power Train”, lluvia incluida, y Tommy Johansson al mando como un capitán de barco que no se hunde ni en tormenta. Power metal a saco, pero bien hecho: riffs veloces, solos afilados y agudos imposibles.
Dentro del género suenan más orgánicos de lo que esperaba. Vale, llevan coros y teclados sampleados, pero no son la verbena de Wind Rose. Con “Thunder Power” demostraron precisión quirúrgica, y con “No Pain, No Gain” te destrozan la cabeza. Yo que siempre reniego del power, salí con ganas de escucharlos en casa. Bolazo sin discusión.
August Burns Red. Cambio total de rollo. Metalcore desde Lancaster, EE.UU., y primera vez en Wacken.
Abrieron con la intro de “Chop Suey!” a todo trapo, enlazando con su propio ataque sónico. Vestidos de negro, potentes, elegantes. Solo el barro impidió que el Faster se convirtiera en un festival de surfers. Si el suelo hubiera estado seco, yo mismo me habría tirado. Increíbles. Y no, no me dolió perderme a Destruction.
Floor Jansen. Pequeña decepción. Un repaso a toda su carrera, pero solo brillaba de verdad cuando caían los temas de Nightwish. Hasta cinco soltó, y “Noise”, “Amaranth” y “Nemo” fueron lo más destacable. El resto, descafeinado, sin magia.
W.A.S.P. Los han puesto a caldo últimamente: que si playback, que si Blackie no canta… Vale, los coros iban grabados y alguna voz también. ¿Y qué? A mí me dio igual.
Clásicos de principio a fin. Desde “I Wanna Be Somebody” hasta “Blind in Texas”, pasando por “The Headless Children” con Hitler en pantalla (flipante verlo en Alemania, aunque la letra lo justifica). El show visual brutal, Aquiles Priester enorme en la batería. Disfrute total.
Within Temptation. Sharon den Adel apareció bajo un diluvio, con máscara incluida y bandera ucraniana pintada en el brazo. El infield estaba medio vacío, mucha gente ya había tirado la toalla. Aun así, el concierto fue poderoso, con hits como “Faster” o “Stand My Ground”. Pero yo tuve que huir bajo la lluvia si quería llegar vivo a Exhorder.
Exhorder Slaughter in the Vatican Show. Tocaron el disco enterito más los dos últimos singles. Lástima del barro, que nos impidió liarla a gusto.
Promoters Farewell & Thanks. Los jefazos de Wacken salieron con un cohete que ni funcionó bien. Todo el rollo espacial de este año —OVNIs, astronautas, cohetes— me pareció pura chorrada. Rock es rock, lo demás sobra.
Tina Guo al cello eléctrico acompañó un ejército de drones dibujando logos en el cielo, y luego un vídeo con Def Leppard, Savatage, In Flames y Powerwolf anunciados para 2026. Al final, media hora de pirotecnia bajo la lluvia. Pesado.
Machine Head. Exhaustos. Llevábamos 11 horas sobre el barro cuando Robb Flynn salió con “Imperium”. A esas alturas ya ni ganas quedaban. Y sí, otra vez diluviando.
“Ten Ton Hammer”, “Now We Die” y ahí dije basta. Cogimos nuestras cosas y nos fuimos. Este año no hubo Rain or Shine. Solo Rain.
A pesar de todo, tenía que ser Wacken todos los días.
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