BARCELONA ROCKFEST 2025. Domingo
BARCELONA ROCKFEST 2025. Domingo 29 de junio
Texto y fotos: Iñigo Malvido
Bajo un cielo encendido y con un público ávido de decibelios, la última cita del festival barcelonés cerró su edición con una noche cargada de electricidad, memorias y riffs que resonaron hasta más allá de Can Zam. La jornada estuvo marcada por una alineación que recorrió distintas vertientes del género, desde la crudeza más áspera hasta melodías épicas que hicieron vibrar a miles de gargantas.
Grave Digger: inicio contundente bajo un sol abrasador
Los germanos inauguraron la tarde con un repertorio que repasó sus composiciones más emblemáticas. Entre riffs afilados y un ritmo que no dio tregua, su vocalista, con la experiencia que otorgan las décadas, guió a los primeros asistentes hacia un torbellino de energía. Aunque el astro rey castigaba, el grupo mantuvo una fuerza inquebrantable, combinando cortes épicos con una ejecución compacta que marcó el tono de lo que vendría después.
Dark Tranquillity: melodía y agresión en perfecta armonía
Los suecos dominaron la escena principal con una exhibición de death melódico que equilibró ferocidad y emotividad. Su cantante, siempre magnético, alternó registros ásperos con pasajes cargados de atmósfera, apoyado en guitarras que construyeron muros sonoros densos y, a la vez, melódicos. Temas de distintas etapas de su discografía convivieron sin fricciones, ofreciendo un set sólido y dinámico que convirtió el calor sofocante en un mero detalle.
Lujuria: provocación y compromiso en la carpa
Desde Segovia llegó un directo explosivo, cargado de crítica y sensualidad. Su líder, con verbo afilado y actitud irreverente, no dejó indiferente a nadie: cada intervención entre canciones fue una declaración de principios. Los presentes corearon himnos que reivindican libertades individuales y cuestionan instituciones, mientras la banda, fiel a su sonido tradicional, mantenía un pulso constante que levantó la lona de la carpa con cada acorde.
Phil Campbell & The Bastard Sons: herencia Motörhead y vigor propio
El exguitarrista de la mítica banda británica, acompañado de sus “bastardos”, combinó composiciones propias con tributos a su antiguo grupo. La descarga comenzó con contundencia y, a medida que avanzaba, el público encontró en los clásicos de Lemmy los puntos de mayor comunión. Sin caer en la nostalgia excesiva, lograron equilibrar pasado y presente, ofreciendo un espectáculo cargado de actitud y electricidad.
Doro: carisma inagotable y conexión absoluta
La vocalista alemana volvió a demostrar por qué ostenta un estatus casi mítico dentro de la escena. Con una entrega que parece desafiar el tiempo, alternó piezas de su carrera en solitario con guiños a Warlock, todo acompañado por una banda impecable. Su cercanía con la audiencia, unida a himnos que resonaron en todo el recinto, convirtió su presentación en uno de los momentos más coreados del día.
Eraso!: visceralidad en euskera y riffs abrasivos
Desde Euskadi, la agrupación desplegó un directo crudo y honesto que no necesitó traducción para impactar. Con un sonido contundente y letras cargadas de intensidad emocional, transformaron la carpa en un hervidero de cuellos en movimiento. Su paso dejó claro que las lenguas propias tienen un espacio legítimo dentro del panorama metálico estatal, siempre que se sostengan sobre un muro de guitarras y actitud feroz.
Stryper: tropiezos técnicos y redención final
Los estadounidenses comenzaron con contratiempos sonoros que retrasaron su conexión con la multitud. Sin embargo, a base de profesionalidad y un repertorio que mezcla mensajes espirituales con metal melódico de alto octanaje, lograron ganarse al público. Sus clásicos lograron remontar un inicio accidentado, cerrando con una recepción cálida por parte de sus seguidores más devotos.
Alestorm: caos pirata y diversión sin frenos
La formación escocesa convirtió la explanada en un carnaval surrealista. Hinchables gigantes, humor desvergonzado y canciones diseñadas para el desmadre colectivo transformaron su actuación en una fiesta sin prejuicios. Entre pogo, cerveza y coros multitudinarios, su propuesta —una mezcla de folk acelerado y actitud gamberra— ofreció un respiro lúdico dentro de una jornada dominada por el peso del heavy más tradicional.
Koma: furia navarra y actitud corrosiva
Los navarros arrasaron con una descarga de metal crudo y letras cargadas de ironía y crítica. Su vocalista, con presencia cercana y mordaz, encabezó un repertorio donde los riffs veloces y las bases rítmicas demoledoras fueron protagonistas. La respuesta del público, con saltos y coros ensordecedores, convirtió la carpa en un hervidero de energía, consolidando a la banda como una de las más potentes del circuito estatal.
Judas Priest: una lección magistral de historia viva
Los británicos ofrecieron un recital que celebró décadas de trayectoria, con especial énfasis en su icónico álbum del 90. Rob Halford, aunque más contenido en ciertos registros, mantuvo una presencia imponente, guiando al público a través de una sucesión de himnos que son ya parte del ADN del género. Con motos sobre el escenario, pantallas evocando a leyendas caídas y un cierre multitudinario, su show reafirmó por qué siguen siendo referentes absolutos.
Scorpions: nostalgia y despedida con dignidad
Los alemanes clausuraron el festival con un set repleto de clásicos atemporales. Aunque la voz de Klaus Meine mostró signos de desgaste, su conexión con los asistentes y la entrega de toda la banda sostuvieron una actuación cargada de emoción. Himnos universales resonaron como si fuera la última vez, dejando una sensación de cierre solemne y la certeza de que asistimos a una de sus últimas grandes citas en suelo ibérico.

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